La dieta de verano para el embarazo: reglas a seguir y consejos útiles (que no falte nada)

¿Cuál es la dieta adecuada? ¿Estoy comiendo lo suficiente y de forma correcta? Para las mujeres embarazadas, sobre todo si esperan su primer hijo, estas dos preguntas pueden ser un tormento. Dudas que se acentúan sobre todo en verano, cuando el calor entorpece el apetito. A medida que sube la temperatura, el hambre desaparece y resulta más difícil alimentarse correctamente. Entonces, ¿cuáles son los alimentos que hay que preferir y los que hay que evitar? A continuación una serie de consejos para comer de forma adecuada y saludable incluso en la estación más calurosa.

Hay que decir que en verano, con las altas temperaturas, el cuerpo suda más y consume menos. Los riesgos, sobre todo para una mujer embarazada, son la retención hídrica y la deshidratación.

La primera regla, por tanto, es hidratar el organismo. Durante el embarazo, sobre todo a partir del tercer mes, la futura madre necesita entre 1 y 1,5 litros más de agua al día. Beber al menos dos, por tanto, se convierte en un imperativo categórico. Sin embargo, en verano hay ciertos alimentos que vienen al rescate. La fruta y la verdura son las «reinas» de la estación calurosa; ricas en agua, conviene consumir cinco raciones al día. La fruta de verano es especialmente sabrosa, rica en vitaminas y sales minerales. Hay algunos tipos, como los higos, que son más dulces que otros, como las bayas o las ciruelas rojas, que, gracias a sus sustancias antioxidantes, mejoran el tono y la elasticidad de los vasos sanguíneos.

En cuanto a las verduras, a partir del segundo trimestre de embarazo es posible comerlas crudas, pero lavándolas bien. En verano, las ensaladas son las reinas, mientras que las hortalizas pueden ser un buen tentempié. Luz verde, por tanto, a las zanahorias, los apios y los pepinos. A través de la alimentación también se puede combatir el molesto problema de los calambres. Hay comidas, ricas en minerales, que previenen el problema: los frutos secos contienen potasio; los lácteos, el calcio; las almendras, las nueces y las avellanas, el magnesio.

También hay que recordar que en la alimentación de verano se aplica la regla habitual: que no falte nada. Así, incluso cuando hace calor, los hidratos de carbono y las proteínas siguen siendo importantes. Los primeros contribuyen a dar energía al organismo. En verano, puedes disfrutar de ensaladas de arroz, pasta, farro y cebada. Platos únicos y sabrosos que, además, son fáciles de comer bajo el parasol.

La carne y el pescado también son esenciales para una dieta equilibrada. La carne blanca es buena, ya que es más digestiva, pero una o dos veces por semana también se debe comer carne roja, ya que es más nutritiva. En cuanto al pescado, el mejor es el azul, como las sardinas y la caballa, seguido del blanco ( platija, dorada, merluza, bacalao) y los pescados grandes (pez espada y atún).

En conclusión, una serie de consejos útiles para las futuras madres: hay que preferir las comidas ligeras y ricas en agua, y evitar los alimentos picantes, procesados, demasiado condimentados o fritos. Hay que consumir productos frescos y reducir el consumo de sal, corresponsable de la retención hídrica. Para picar, opte por el yogur y la fruta, y evite los tentempiés dulces y salados que no aportan nutrientes importantes. En verano puedes concederte el capricho de un helado recordando que los helados de fruta tienen menos calorías. Bebe al menos dos litros de agua al día y evita las bebidas gaseosas y los zumos de fruta envasados, y reduce o elimina el café, el té y las infusiones.

(Monica Di Lecce)

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